terça-feira, 23 de novembro de 2010


A veces, me apiado de Dios,
lo creo a mi imagen y semejanza,
le regalo la vida.

Y lo veo volando sobre todas las cosas,
omnipresente, omnisciente, omnímodo y omnipotente.

Entonces Él es la fe,
su bondad es infinita,
su capacidad de amar inagotable
y su nombre se escucha en las oraciones
de las bocas de todos los hombres,
con toda la fuerza de las todas almas transparentes,
rotas y desamparadas.

Y en esa creación,
Dios escucha todas las plegarias
y la luz de la voz que va en su palabra,
la divina poesía,
ilumina todas las oscuridades,
alcanzando su misericordia todos los rincones.

Y en este milagro que sucede,
la sagrada escritura enseña al que no sabe,
corrige al que se equivoca,
perdona las injurias,
consuela al triste,
tolera los defectos del prójimo,
da de comer al hambriento,
de beber al sediento,
viste al desnudo,
cura a los enfermos,
redime al cautivo,
da cobijo al sin techo
y derrama la esperanza, la generosidad
y la alegría sobre la tierra.

Yo convierto a Dios en mí,
yo soy en Él,
la poesía es su mensaje
y esta crea un nuevo mundo.

A veces, me apiado de Dios,
me apiado de mi mismo
y escribo algún poema con el nombre de un Arcángel divino,
Rafael,
así me llaman,
con sus alas vuelo,
sintiéndome un hombre libre.

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